martes, 6 de agosto de 2013

RECUERDOS DE UN VIAJE




Cuando surgió la posibilidad de viajar a Grecia, no hubo dudas. ¡Nos vamos a Grecia! ¿A qué parte de Grecia? Hombre, pues a toda Grecia, ¿no? A partir de estas premisas, fuimos añadiendo y añadiendo “próximas visitas” a nuestro viaje.
Por supuesto, Atenas, el Partenón, el Erecteion, el cambio de la guardia ante el Parlamento,.. Pero ¿y el Peloponeso? No podía quedar fuera, yo quería encender la antorcha Olímpica (aunque sabía que no estarían los espejos…), tenía que conocer al auriga de Delfos, y ver dónde trabajaba la pitonisa,… Y ya que vamos,… ¿un crucero por las islas? ¿Cómo no? Claro que por todas las islas iba a ser difícil, ya que es verdad que aquello está muy roto. … ¿Pero cómo renunciar al palacio de Cnosos? ¿Y no saber qué hay en Mikonos? Sí, sí, crucero también,…
Allá que nos fuimos, cargadas de ilusiones, de expectativas, y de ropa de colores alegres y veraniegos... Cuando me preguntan cuál es el viaje de mi vida, no dudo en la respuesta, el viaje de mi vida ha sido Egipto. Pero creo que fue en Grecia donde empecé a comprender lo que es EL VIAJE DE MI VIDA.

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción  penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

(Konstantinos Kaváfis)

¿Cuándo emprendemos el viaje a Ítaca? La respuesta oficial, la buena, la enciclopédica, es “cuando nacemos”. Lo que pasa es que ya sabes: naces, te olvidas, o no te enteras, o nadie te lo explica, se te va pasando el tiempo, te distraes,… O, simplemente, cada uno lo entiende cuando lo entiende.
Visitamos una isla muy pequeña de la que yo no sabía nada (¡hay tantos lugares de los que no sé nada!,… en fin). Patmos, isla donde San Juan Evangelista escribió el Apocalipsis. Por supuesto que nos llevaron a la gruta donde la tradición nos cuenta que  el evangelista tuvo sus revelaciones, lugar extraño para mí, cargado de energía, Pero a mí lo que me sorprendió fue la isla. No, no fue la isla. Fue una mujer que conocí en la isla: desprendía tranquilidad, lo que yo identifico con el dejarse ir sin miedo… Parecía que  no le importaba ni el tiempo, ni el espacio, ni el resto del mundo, allí disponía de  TODO LO IMPORTANTE, todo lo necesario, ¿qué había encontrado allí?, no lo sé, pero estaba claro que ELLA LO TENÍA.
Y eso es lo que respiras cuando estás al lado de algunas personas, sientes que no les preocupa la parafernalia de la vida, Te entra por la nariz, Lo hueles, sientes que viven, se deslizan escuchando, mirando, aprendiendo, sin prisas, sin mostrar agobios, sin exigir, regalándote a sí mismos, fuertes, seguros, con determinación.
Yo creo que cada uno emprende el viaje a Ítaca cuando está realmente preparado para ello. En mi caso sentí que estaba de camino a Ítaca durante mi visita a Grecia.  Qué curioso, por allí andaba ese mítico reino, ¿no?, ¡Ulises era el rey de Ítaca y bien larga que se le hizo la vuelta!
Pasear por Patmos, corretear por Mikonos, “encender la antorcha Olímpica”, pisar el estadio, o callejear por la Plaka, … Desde esos días llenos de emociones, de experiencias, de relaciones humanas, de paseo por la cuna de la civilización, sé que estoy de camino, Y  espero que el camino sea largo, que me dé tiempo a recorrerlo, a recoger, a encontrar lo necesario, a distinguir lo importante, a separar las madreperlas y el coral de las simples piedras, a no temer a Poseidón, y desterrar a mis lestrigones. Y, al fin, a reconocer Ítaca, y poder regalar sus riquezas, igual que cada día me lo regalan tantas personas que, si aún no han llegado a Ítaca, sabes que sólo es cuestión de tiempo, ya que ellas sí que han reconocido el camino y lo siguen…