miércoles, 11 de enero de 2012

LA ERA DE AQUARIO

LOS HIPPIES Fue un movimiento juvenil que tuvo lugar en los últimos años de la década de 1960 y que se caracterizó por la anarquía no violenta, la preocupación por el medio ambiente y el rechazo al materialismo occidental. Los hippies formaron una contracultura políticamente atrevida y antibelicista, y artísticamente prolífica en Estados Unidos y en Europa. Su estilo psicodélico y lleno de colorido estaba inspirado por drogas alucinógenas como el ácido lisérgico (LSD) y se plasmaba en la moda, en las artes gráficas y en la música.



          En verano íbamos al pueblo a visitar a los abuelos, allí nos juntábamos con el resto de la familia. Unas vacaciones, mi tía Ángeles apareció con faldas largas salpicadas de flores de colores bordadas, pantalones vaqueros llenos de cremalleras, collares de conchas y hasta se ponía flores en el pelo. Era la moda hippie, ante los ojos de una niña de pocos años, todo cambiaba muy deprisa, a partir de ese verano ya no tendría vestidos cortíiiiiiiiiiiiiisimos. Me hicieron faldas largas con volantes y puntillas, mis primas mayores se ponían cintas de colores en sus melenas largas, en la playa buscábamos conchas bonitas para poder pintarlas y colgarlas al cuello con cordones. Mi madre decía que cada cierto tiempo la moda cambiaba para que compráramos ropa nueva, luego en la tele llegué a oír que en época de crisis las faldas se alargan…. Un lío tremendo, yo no entendía qué tenía que ver la moda con eso de la crisis que parecía que es que te faltaba dinero. … (Jolín, ahora que caigo, a qué corta edad se entiende el concepto de “crisis”) Y es que todo era hippie, la ropa, las canciones, los cuadros, todo se etiquetaba como hippie, “es que fulanito es muy hippie”. Nada, imposible de entender… Luego, con el tiempo, todo aquello parece que se fue calmando, o eso creía yo, íbamos creciendo, la ropa era menos estridente, siempre había alguien que conocía a alguien que tenía una prima que se había ido a vivir a una comuna, pero aquella palabra que se asociaba con la de “secta”.
          Como ya teníamos la costumbre de que de vez en cuando mi hermano me llevaba al cine, llegó el momento de pedir permiso para ir a ver “Hair”, vaaaaaaaaaaaaya, mayores de 18, Jo, a ver mamá qué dice, Sorprendentemente, no hubo oposición, iba acompañada de un adulto, ¿no?
          Me solté la coleta, me puse tacones, me eché un colorete casi invisible, y nos abrazamos como novios. ¿Cómo explicar todo lo que descubrí viendo aquella película?
Primeramente, descubrí qué era aquello que durante toda mi infancia sonaba en las noticias como “la guerra de Vietnam”, algo que hasta entonces parecía que era el estado normal de las cosas, un país donde se iba a hacer la guerra…
          Tuve mi primer contacto con la homosexualidad, ¿es que si eras homosexual no ibas a la guerra?, ¿era una enfermedad?, Pero ese tema aun no me preocupó, no me llamó especialmente la atención, supongo que no había llegado el momento.
Lo que me impactó de verdad fue encontrarme otra vez con los hippies, pero ya no era una forma de vestir, era una forma de vivir. Creo que conocí por primera vez su filosofía de vida, sin preocupación por lo material, compartiendo lo que se tiene, lo que no se tiene y lo que se encuentra, libertad para ir o venir, hablar o callar, saltarse las normas “a discreción”, ser pacifista, oponerse a todo (o no), flores, colores, lazos, mezclas, amistad incondicional, amor sin compromiso. Y las drogas,… cómo se me pusieron los ojos cuando vi a aquella gente fumando porros para desinhibirse, tomando LSD como si fuera una forma de comunión de espíritus libres, la poca importancia que le daban a aquello, …
          En fin, que mi tarde de cine fue como si hubiera estado doce horas estudiando matemáticas sin parar, salí que no me cabía más en la cabeza. Pero con una sensación rara, me había pasado algo similar a lo que le ocurre a uno de los protagonistas, mi mente se abrió algo más, no voy a decir que mi vida cambió, no, simplemente, mi horizonte fue más allá, con la sospecha de que ese horizonte nunca dejaría de alejarse a medida que mi mente fuera experimentando y caminando. Supe que nunca estaría ante la última puerta por abrir, que ya nada sería blanco o negro, que nadie poseería la verdad absoluta, que las respuestas varían según las experiencias, que las personas evolucionan. La niña que entró en el cine aquella tarde de domingo, al salir había crecido, y sabía que nunca sería suficiente.