domingo, 17 de noviembre de 2013

RECUERDOS DE UNA HOJA DE CÁLCULO


          ¿Por qué cada vez que veo escrita la palabra Excel viene a mi mente un mapa de África? ¿Y por qué soy incapaz de entender las funciones de Excel?
Cuando acabábamos de obtener nuestra Licenciatura, todavía creíamos a pies juntillas que nos íbamos a comer el mundo por los pies y creíamos que lo sabíamos todo. Cuando nos acabábamos de apuntar al paro creyendo que aquello no era más que un trámite; cuando éramos capaces de meter la cabeza en cualquier empresa… Cuando creíamos que éramos los mejores… en nuestra vida apareció LA INFORMÁTICA.  
          Me vi “matriculada forzosa” en un curso de organización de empresas o algo parecido… no sé. Por entonces mi cabeza estaba aterrizando en varios temarios de oposiciones, y sin saber cómo ni por qué, tuve que acampar durante un mes en la Escuela de Caminos. Sí, acampar, porque en mi casa solo me veían diez minutos a la hora de comer y otros diez minutos cuando llegaba arrastrándome por la noche hacia mi camita. ¡Vaya paliza que nos metieron! ¡Como para enterarme del título del curso! Un lunes (es que el curso se dividía en unidades semanales) apareció un profe “realmente” desagradable acompañado de su asistente, el Sr. Davis, muy trajeado, cargando con un ordenador y asintiendo a todo lo que el desagradable le ordenaba. La cosa se puso bastante cruda ya desde el principio: nada más llegar y sin anestesia, nos soltó que para él el gran descubrimiento del siglo XX habían sido los diodos luminiscentes, oye, que me lo apunté (nunca se sabe si luego lo puedes utilizar al escribir un recuerdo). Había que hacer ejercicios prácticos,… gráficos con una hoja de cálculo. Vamos, que yo no había visto un ordenador en mi vida y el desagradable pretendía que hiciera un grafico. Oiga, que yo no sé dónde se enciende esto, que no sé lo que quiere decir “intro” si pone “enter” y mire que somos cuarenta y ocho a hacer el grafico. Por supuesto que el grafico nos lo hizo el señor Davis, porque en diez minutos, por lo menos yo, no supe lo que significaba meter datos en una celda y menos aun entender lo que eran funciones, rangos, ni gráficos de barras ni de quesito. Mire, que sí, que me he licenciado, pero que lo que es un ordenador, no lo he visto nunca, no sé informática. El señor Davis se apiadó de nosotros, nos hizo los gráficos, y nos enseñó algunas cosas divertidas en el ordenador. Entre ellas, nos dibujó un mapa de África con las caras que salían en el video de “Give me hope Johanna”, que era el éxito de entonces, y aquello fue lo único agradable que recuerdo de la “semana horribilis”.
          Bueno, con el tiempo, ya supe que aquello era un programa que se llamaba Lotus 123, que servía para hacer hojas de cálculo, que las hojas de cálculo eran muy útiles para manejar datos,…  Después empecé a trabajar, y llegaron los ordenadores, y eso de que “tu ordenador debe ser tu herramienta de trabajo y lo debes conocer y manejar como tu bolígrafo”. Anda ya, que va a ser lo mismo mi bic, que este trasto. Cuando yo quise empezar a querer manejar una hoja de cálculo, aquello ya no era el Lotus 123, era Excel y me fui de curso con mi bic. A los   diez minutos de empezar el curso, en mi mente se había instalado el mapa de África y un gráfico en forma de quesito. Una semana de lunes a viernes, cinco horas al día que no me llegaban y me hacía los ejercicios por las tardes, total veinticinco horas oficiales mas las que eché en mi casa que para entonces yo ya tenía un portátil (como cambian los tiempos). Y yo con un catarro…….  venga a ver mapas de África, y un profe de Excel igual de desagradable que aquel que iba con el señor Davis. Y  venga funciones y punto y coma y dos puntos y paréntesis dentro de paréntesis, y llegar a casa e intentar entenderlo, y soñar con los diodos luminiscentes dentro de corchetes separados por comas y ¿para qué tengo yo que saber calcular la letra del nif con una fórmula,….?
          Ah, ¿qué creéis? ¿Que abandoné? ¿Acaso la cárcel pudo con Nelson Mandela? (que también lo veía yo cuando soñaba con los diodos africanos y los paréntesis bailando con los dos puntos mientras el punto y coma se tomaba una función de promedio). Pues no, entregué mis ejercicios a tiempo, hice mi prueba final, (copiando, claro), conseguí mi título, y me he repetido, al menos dos veces más, mi curso de Excel nivel básico. Aunque en modalidad on-line, a mi ritmo y sin pedantes mirando por encima de mi hombro si me falta un paréntesis. Y he aprendido cosas, no mucho, pero puedo manejar hojas de cálculo sin estropiciarlas, Y aún más, he podido completar un nuevo curso de Excel avanzado con las felicitaciones de mi profe virtual por el esfuerzo, ya que no por los conocimiento adquiridos, y estoy orgullosa, porque sé que soy capaz de esforzarme una y otra vez por aprender y entender cosas que me han superado más de una vez, porque soy capaz de no abandonar ante las dificultades, y porque no me importa repetir y repetir y preguntar y preguntar, Y a Dios pongo por testigo de que un día conseguiré entender las funciones de Excel, a pesar de los dichosos diodos luminiscentes y de los profes pedantes. Porque  si África sale del apartheid, yo también, con Johanna o sin ella,… 




                  

lunes, 9 de septiembre de 2013

RECUERDO DE UNA ESPERANZA QUE SALIÓ VANA

- ¿No sabes? Ha venido Roberto y me ha dicho que le gusta mi camiseta, que estaba muy guapa con ella, que me favorece… - Eso es que le gustas, dice tu amiga con cara de entendida,
- Pues no me había fijado, no creo, a lo mejor es que le gusta la moda y me encuentra elegante. Y empezabas a pasar los días esperando que el tal Roberto te volviera a decir algo, pero sólo para confirmar ¿eh? Y te decía “hola” y te preguntaba por el control de mates, y bueno, eso ya era una señal… Y sobre todo la señal definitiva era que tus amigas habían notado algo en la forma en la que te había preguntado por la traducción de latín,…
- Fijo-fijo que te pide salir. Pues a ver qué le contesto yo, porque me pilla en blanco. Y cuando ya todo indicaba que te iba a pedir salir y decidías que bueno, que te ibas a hacer de rogar que lo ibas a pensar,… pues iba Roberto y no venía a clase porque había cogido la gripe.
- Pero cuando vuelva, fijo-fijo que te lo pide. Las amigas que lo ven todo desde fuera y son más “objetivas”, más “experimentadas” y más “entendidas” que tú. Y volvía de su gripe y no te decía nada, pero es que llegaban los exámenes y claro, hay que estar despejado, sólo se debe pensar en los exámenes. Lo malo es que llegaban los exámenes de Roberto y los tuyos, y te pasabas las horas encima del libro pensando cómo le ibas a explicar a Roberto que ahora tus estudios eran lo primero, lo más importante, que no podías distraerte que mejor quedar en una bonita amistad con vistas a un futuro más maduro… Y ala, que suspendías Lengua,… tanto pensar, tanto pensar,… Ahora, definitivamente, no puedo salir con Roberto, no, tengo que centrarme en mis estudios, ser responsable,
Bueno, a no ser que se ponga muy pesado y que no pueda vivir sin mí, claro… si es así, bueno, podríamos probar a ver cómo nos va ¿que perdemos? Sí, mejor probar porque luego te arrepientes de no haberlo hecho y quién sabe si a lo mejor Roberto es el hombre de mi vida y sólo necesito conocerlo mejor. Y mira por donde ha llegado el fin de curso y entre unas cosas y otras resulta que te han dado las vacaciones y no te has despedido de Roberto.
- Pero chica, ¿es que no le has dado el teléfono? Eso tus amigas las listas y entendidas…
- Pues no…
- Vaya, ¡que tonta! Vamos, vamos y eso que si quiere, puede llamar a cualquiera de nosotras y preguntarnos tu número. Eso también las listas, que es cuando te enteras de que todas tienen el teléfono de Roberto menos tú. Pues que me llame él, no voy a ser yo la que le de todo hecho.
Y vaya veranito, esperando que suene el dichoso teléfono, porque claro, si quiere tener una relación conmigo, tendrá que llamar ¿no? Ah, bueno, será que se ha ido al pueblo y es más difícil llamar, lo dejará para septiembre, claro, claro, Pues que mal, porque estamos perdiendo dos mese preciosos para conocernos y salir y disfruta de nuestro amor, porque sabiendo que me gusta, no sé por qué no se ha decidido antes, vamos, será cortito….
Y llega septiembre y ya estás lanzada a ponerle las cosas clara en cuanto te lo eches a la cara, porque si él no se atreve, te atreves tú, que lo mismo da, ¿no? ¡Igualdad, igualdad, las mujeres al poder!
Y se presenta Roberto el primer día de clase de la mano con una rubia estropajosa que ya quisiera que le quedaran las camisetas la mitad de bien que a ti, y os la presenta a ti y a tus amigas las entendidas, como “mi amiga especial”, Que mira qué casualidad, que nos conocemos del pueblo de toda la vida y este verano nos hemos decidido,… porque como vamos a estudiar la misma carrera….
Y se te queda una cara… Y le das dos besos a la estropajosa que es que te lo parece a ti, porque la chica es normal, claro.
Y tus amigas las entendidas, te dicen que vaya, que para qué te haces ilusiones, que eres tonta, que tampoco era para tanto lo que te decía del latín, tonta, es que quería copiarte la traducción.
Y te vas a casa como puedes, con la cabeza bien alta, pero pensando que te has dejado levantar el ligue por imbécil, que si te hubieras lanzado antes, que si te hubieras puesto otra camiseta, que si hubieras cambiado de sitio aprovechando el latín,… Y das por la estropajosa, a ver, ¿qué tiene esa que no tenga yo? Seguro que es una fresca, vamos,…. ¡Será tonto!
Y como ya te has visto un par de ves “Lo que el viento se llevó”, te vas a la cama muy digna, muy Escarlata O’Hara, y pones a Dios por testigo de que no volverás a ser tan tonta, que mañana volverás a Tara, que mañana lo pensarás, y que mañana será otro día. Y te levantas mañana (o dentro de un mes, más o menos) y se te abren las entendederas y gritas:
¡PERO SI A MÍ NUNCA ME HA GUSTADO ROBERTO!
Y ya.
“Quien mis cadenas más estrecha y cierra
es la inocencia mía y la pureza;
cuando ella sube, entonces vengo a tierra.”


martes, 6 de agosto de 2013

RECUERDOS DE UN VIAJE




Cuando surgió la posibilidad de viajar a Grecia, no hubo dudas. ¡Nos vamos a Grecia! ¿A qué parte de Grecia? Hombre, pues a toda Grecia, ¿no? A partir de estas premisas, fuimos añadiendo y añadiendo “próximas visitas” a nuestro viaje.
Por supuesto, Atenas, el Partenón, el Erecteion, el cambio de la guardia ante el Parlamento,.. Pero ¿y el Peloponeso? No podía quedar fuera, yo quería encender la antorcha Olímpica (aunque sabía que no estarían los espejos…), tenía que conocer al auriga de Delfos, y ver dónde trabajaba la pitonisa,… Y ya que vamos,… ¿un crucero por las islas? ¿Cómo no? Claro que por todas las islas iba a ser difícil, ya que es verdad que aquello está muy roto. … ¿Pero cómo renunciar al palacio de Cnosos? ¿Y no saber qué hay en Mikonos? Sí, sí, crucero también,…
Allá que nos fuimos, cargadas de ilusiones, de expectativas, y de ropa de colores alegres y veraniegos... Cuando me preguntan cuál es el viaje de mi vida, no dudo en la respuesta, el viaje de mi vida ha sido Egipto. Pero creo que fue en Grecia donde empecé a comprender lo que es EL VIAJE DE MI VIDA.

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Poseidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción  penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Poseidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

(Konstantinos Kaváfis)

¿Cuándo emprendemos el viaje a Ítaca? La respuesta oficial, la buena, la enciclopédica, es “cuando nacemos”. Lo que pasa es que ya sabes: naces, te olvidas, o no te enteras, o nadie te lo explica, se te va pasando el tiempo, te distraes,… O, simplemente, cada uno lo entiende cuando lo entiende.
Visitamos una isla muy pequeña de la que yo no sabía nada (¡hay tantos lugares de los que no sé nada!,… en fin). Patmos, isla donde San Juan Evangelista escribió el Apocalipsis. Por supuesto que nos llevaron a la gruta donde la tradición nos cuenta que  el evangelista tuvo sus revelaciones, lugar extraño para mí, cargado de energía, Pero a mí lo que me sorprendió fue la isla. No, no fue la isla. Fue una mujer que conocí en la isla: desprendía tranquilidad, lo que yo identifico con el dejarse ir sin miedo… Parecía que  no le importaba ni el tiempo, ni el espacio, ni el resto del mundo, allí disponía de  TODO LO IMPORTANTE, todo lo necesario, ¿qué había encontrado allí?, no lo sé, pero estaba claro que ELLA LO TENÍA.
Y eso es lo que respiras cuando estás al lado de algunas personas, sientes que no les preocupa la parafernalia de la vida, Te entra por la nariz, Lo hueles, sientes que viven, se deslizan escuchando, mirando, aprendiendo, sin prisas, sin mostrar agobios, sin exigir, regalándote a sí mismos, fuertes, seguros, con determinación.
Yo creo que cada uno emprende el viaje a Ítaca cuando está realmente preparado para ello. En mi caso sentí que estaba de camino a Ítaca durante mi visita a Grecia.  Qué curioso, por allí andaba ese mítico reino, ¿no?, ¡Ulises era el rey de Ítaca y bien larga que se le hizo la vuelta!
Pasear por Patmos, corretear por Mikonos, “encender la antorcha Olímpica”, pisar el estadio, o callejear por la Plaka, … Desde esos días llenos de emociones, de experiencias, de relaciones humanas, de paseo por la cuna de la civilización, sé que estoy de camino, Y  espero que el camino sea largo, que me dé tiempo a recorrerlo, a recoger, a encontrar lo necesario, a distinguir lo importante, a separar las madreperlas y el coral de las simples piedras, a no temer a Poseidón, y desterrar a mis lestrigones. Y, al fin, a reconocer Ítaca, y poder regalar sus riquezas, igual que cada día me lo regalan tantas personas que, si aún no han llegado a Ítaca, sabes que sólo es cuestión de tiempo, ya que ellas sí que han reconocido el camino y lo siguen…


domingo, 26 de mayo de 2013

RECUERDOS DE UN GIMNASIO

Hacía pocos meses que mi vida había dado un enorme vuelco. Nunca había trabajado, y tenía un trabajo, nunca había salido de casa de mis padres, y ahora tenía un piso a mi cargo, siempre había tenido los mismos amigos, y ahora no conocía a nadie, y todo esto lo tenía en una ciudad nueva, una ciudad de la que tan sólo conocía su nombre cuando llegué a ella. ¿Y qué hago ahora? Tenía que construir una vida, ir y venir a trabajar, ir y venir a comprar comida, cocinar y cuidar de un piso en alquiler, la verdad, no llena mucho. Tenía que buscar alguna actividad  que cumpliera algunos requisitos: lo primero, salir fuera de la casa, lo segundo, gente alrededor, y lo principal, que me gustara y no me fuera difícil dedicarle tiempo. Descartado matricularme en algún estudio, decidí que ya había estudiado bastante. ¿Qué me queda? Bueno, piensa, algo habrá…. Ya hacía tiempo que observaba en la tele que alguna gente famosa empezaba a lucir músculo, pero no tipo culturista, no, sino músculos definidos dentro de su propia constitución física. (Bueno, vale, que había visto a Ana Torroja, a Ana Belén  y a Alaska luciendo unos brazos muy bonitos y definidos. Que todo hay que explicarlo….). 

¡Pues me apunto a un gimnasio! Lo primero que pensé: vaya, sí yo aprobaba la educación física por los pelos, que me costaba Dios y ayuda ir a clase, que todas las profesoras de gimnasia me llegaron a coger tanta manía como yo a ellas…  ¿Qué pinto yo en un gimnasio? No sé cómo me enteré de que lo que esta gente hacía se llamaba “musculación” que luego lo llamaron fitness, y eso se hacía con máquinas y pesas, y bueno,… no parecía que exigiera grandes aptitudes físicas para hacerlo. Me planté en el siguiente paso: buscar el gimnasio adecuado. ¿Cómo? “Páginas amarillas” en mano, por la “G” Gran sorpresa, dos ¿sólo dos? Bueno, supongo que es lo bueno/malo de una ciudad tan pequeña… Siguiente paso: la visita, En el primero, no me dejaron ni pasar de la puerta,… vamos, que amablemente me hicieron saber que “no daba el perfil”, (¿lo tengo que explicar otra vez? Pues eso, que no tengo pinta de cultiristaaaaaaa…. y además, no sé si habría alguna chica, como no pasé de la puerta, no pude verlo).
Segunda visita: gimnasio nuevo, en el centro, a pocos minutos de mi pisito de alquiler, y me dejaron pasar a verlo, y había chicas, y luz y se respiraba tranquilidad,…. Y… y no había más sitios a donde ir. Era carísimo, pero la decisión ya estaba tomada. Al día siguiente, me presenté lista para empezar a trabajar mi cuerpo, lista para pasar parte de la tarde fuera de mi casa, rodeada de gente y sin estudiar, sin la presión de unos exámenes, sin tener que dar la talla en nada, sólo disfrutar y beneficiar a mi miente y a mi cuerpo. 

…¡Y cómo fue pasando el tiempo en el gimnasio! Cómo conocí a una de mis muchomásmejoramigas, cómo me evadí en aquella sala de las presiones del trabajo, cómo llené mis horas de soledad, cómo me reí, cómo pude coger aquellas agujetas terribles que me dieron hasta fiebre, cómo disfruté, cómo vi pasar monitores, cómo empecé a formar parte de una familia deportiva sin darme cuenta, cómo adquirí una disciplina de entrenamiento, cómo llegué a relajar mi mente en esos ratos de esfuerzo físico,  … Y cómo nacieron más gimnasios, más centros de ocio que hicieron daño al mío, o porque se iba algún monitor o porque ofrecían otras prestaciones,… Y llegó la crisis, y más circunstancias, Y su dueño y gestor murió y lo dejó huérfano. Y llegó un multimacrosupermegamonstruo y lo mandó todo a la mierda, bajó los precios, absorbió toda la demanda de la ciudad (y parte del extranjero), y en tres días, mi gimnasio cierra sus puertas después de 24 años de vida. Y aquí me veo, con las páginas amarillas en la mano (bueno, vale, que también tengo que decirlo, “en Google”), buscando un gimnasio en esta ciudad tan pequeña que me ofrezca lo mismo que he tenido en todos estos años. … Y no sé por dónde empezar…


viernes, 5 de abril de 2013

RECUERDOS DE UN RÍO

El Bachiller. Ya éramos “mayores”, ya teníamos que empezar a ser responsables y plantearnos los estudios de otra manera. Empieza por leerte un libro al trimestre y presenta el comentario de texto. ¿Pero qué es un comentario de textooooooo? Era un problema añadido a todos los deberes diarios, preparar un trabajo trimestral… Había que aprender a organizarse. Toma, ahí tienes “El Jarama”.

“El Jarama es una novela de Rafael Sánchez Ferlosio, publicada en 1955, que obtuvo el premio Nadal ese mismo año y que marcó un hito dentro de la novela española de la posguerra, convirtiéndose en una referencia obligada para la novela social. Es un relato simultáneo y objetivo, en tercera persona y cuya acción transcurre a lo largo de dieciséis horas.
Habla de dos grupos contrapuestos, una pandilla de jóvenes madrileños y un grupo de lugareños, en un caluroso domingo de verano, en Puente Viveros, junto al río Jarama. La acción se reduce a la mínima expresión y pierde total trascendencia para dejar paso al auténtico objetivo de la novela: presentar el contraste que existe entre la superficialidad e intrascendencia de las acciones y conversaciones de la ciudad, frente a la autenticidad y superioridad de la naturaleza.”

Sí, vale, ahora te hablan de él, lo buscas, decides leerlo y con todo lo que has aprendido y lo que has visto a lo largo de tu vida,… pues va y te gusta el libro.
Cuando acabé de leerlo, sí que tuve un grandísimo problema. ¿Qué comento yo de este libro? Había tardado un mes en leer la aventura de una pandilla de amigos un domingo en el río. ¡¡¡Un mes leyendo lo que sucedía en un domingo!!! ¡¡¡Y no pasaba nada, se pasaron el día discutiendo y al final va una y se ahoga!!! ¡¡¡Pero qué mala suerte!!!
Mala suerte la mía, no entendí la novela, no estaba preparada para ese tipo de literatura, no pude aprovechar la oportunidad que se me brindaba. Aunque puede que la lección fuera otra: puede que con esto aprendiera a hacer lo que hay que hacer, y no sólo hacer lo que me gusta, disciplina para cumplir con obligaciones, para analizar cosas que no llego a entender, para buscar conclusiones donde no encuentro argumentos,… no sé… se me hace muy raro porque siempre hay que aprender algo, no puedes salir con las manos vacías…
Porque nuestros domingos en el río eran distintos. Nos íbamos todos juntos desde por la mañana, con los bolsos de la comida, las muñecas y las escopetas, los columpios, las gomas y las combas, los balones,… las sandalias de río, los bañadores y las toallas y las mantas,… ¡¡¡Con todo!!! Llegar, elegir el sitio para ponernos, que si da el sol, que luego da la sombra, que si aquí está planito, que estos árboles para los columpios, que aquí hay un hormiguero,… Decidir a qué jugábamos primero, aunque lo principal era saber la hora de meternos en el agua que siempre estaba fría, claro. Así nos pasaba, que estábamos más tiempo esperando meternos que el que tardábamos en salirnos.
La comida: las madres que aquí conmigo, las tías que déjales que vengan con nosotros, que si en esta manta no cabemos, que yo me voy con mi prima, que no, que tú eres de los pequeños, que a mí me gusta la ensaladilla de mi tía, que mira qué champiñones tengo más ricos, que no, que los tengo yo también… que yo quiero tortilla, que no, que es para merendar,…. Los tomates comidos a mordiscos,… Y luego toda la tarde para jugar, niñas con niñas, niños con niños, y niños y niñas, peleas por subir al columpio y columpios vacíos porque estábamos con las muñecas, y muñecas en las bolsas porque habíamos sacado las gomas, y partidos de fútbol, y juegos de comba con las tías “dando”,…
Y la vuelta a casa, todos juntos al anochecer o después de anochecer,…  cansados, sucios y cantando,…
Y a lo mejor tengo que recordar lo poco que aprendí con “El Jarama”, para poder traer al recuerdo aquellos días de río. Los días en que sólo nos preocupaba qué metíamos en el bocadillo (además de la nocilla), y si empezaban a salir los alzameriendas, señal de que acababa el verano y se terminaban esas tardes de calor y risas. Para recordar, sobre todo, a la familia al completo, aprendiendo a convivir, a compartir, creciendo juntos, soñando, inventando, y planeando.
Y querer mantener en el recuerdo a los que nos van faltando, recordarlos en los días felices y despreocupados de nuestra infancia, cuando ellos eran los responsables, los que nos enseñaban y nos corregían y nosotros los que teníamos todo por aprender y por vivir.
Quizás la lección era que todo lo que sucede en nuestra vida cotidiana es importante, cualquier domingo de cualquier verano en cualquier río, con familia y amigos, ha dejado su huella en nuestro carácter y en nuestro corazón. Saber que aunque esos días no vuelvan y ellos ya no estén, gracias a ellos y a esos días junto a muchos otros, somos lo que somos.



 




domingo, 24 de marzo de 2013

¡ MAÑANA SERÁ OTRO DÍA !

La primera vez que vi “Lo que el viento se llevó”, mi madre me puso merienda para llevar al cine. Era una película de cuatro horas y había un descanso a la mitad. Mi conclusión final, cuando salí del cine, fue que era muy bonita, que era muy larga y que el capitán Rhett Buttler era tonto porque cuando ella ya le decía que le quería, se marchaba de casa. Pero eso (pensé) era de mentiras, porque luego se le pasa el enfado y vuelve. Tenía que volver,… tenían que ser felices para siempre,…Mi mente no estaba preparada para finales “bruscos”.
La segunda que vi “Lo que el viento se llevó”, la echaban por la tele. Hicimos sesión familiar y fiesta, porque preparamos bandejas para cenar delante de la tele. Jo, hicimos sándwiches (como los americanos, con pan de molde y varios pisos…) y pusimos refrescos y cerveza (a elegir, según la edad, claro). Bueno, bueno, bueno,… las conclusiones ya fueron más “profundas”. La primera, una decepción, la historia era la que era y Rhett se iba y ya, no había más. También me di cuenta de que la señorita Escarlata era una caprichosa, que Ashley Wilkes no era el héroe que se había montado Escarlata, y que Rhett tenía muchísima paciencia.
¡Ajá, que el libro anda por casa! Ya empezamos, habrá que leerlo. Era lo más gordo que había visto en mi vida y claro está, un reto. Poco a poco, página a página, entré en aquellos tiempos de esplendor, fiestas y despreocupación. Tiempos y comportamientos que desaparecieron para siempre con la guerra civil.
Viví una guerra civil, que pasó no sólo a la historia de los Estados Unidos de América, sino a la Historia Mundial gracias a las innumerables películas y libros que se han inspirado y siguen inspirándose en ella. .. La esclavitud, y los primeros tiempos de su abolición.
Pero, sobre todo, se me mostraron distintos caracteres y distintas formas de enfrentarse a la misma realidad.
La importancia de la tierra, los orígenes, las raíces, el “mañana volveré a Tara” como si fuera el punto de referencia, la madre, aquello que te mantiene lúcido en momentos de dudas o desesperación cuando todo se derrumba, el refugio donde nada malo te puede pasar.
El “¡a Dios pongo por testigo…!” Como grito de guerra, remate de la decisión final e irrevocable, el ir hacia delante cueste lo que cueste,…
Y, sobre todo, el “Hoy estoy muy cansada para pensar, ya pensaré mañana Después de todo, mañana será otro día”. La lucidez suficiente para poner freno a los impulsos, esperar a encontrar soluciones con calma y meditación. Eso sí que me impresionó, aunque bien mirado, no deja de ser el “consultar con la almohada” pero puesto en película de Hollywood, que parece que lo han descubierto ellos.

Aunque la señorita Escarlata fuera una niña consentida y caprichosa, ambiciosa y manipuladora… me enseñó una buena lección: por muy difíciles que se pongan las cosas, por muy indefenso que te encuentres, por muy impotente que te sientas, por muy agotado que te dejen… si perseveras en buscar la solución con paciencia, con calma, con determinación, ordenando tus ideas, y sopesando opciones, no hay duda de que ¡MAÑANA SERÁ OTRO DÍA!

martes, 5 de marzo de 2013

RECUERDO DE UN PAYASO

El primer recuerdo que tengo de un payaso es entrando en el recinto del Circo de la mano de mis padres y un señor enorme que se me venía encima. Llevaba unos zapatones extrakilométricos que creo que pisé, una chaqueta horrible de colorines, una peluca estropajosa, la cara pintarrajeada y una nariz roja como una pelota de tenis. 
 ¡¡¡QUE NO ME GUSTAN LOS PAYASOOOSSS!!! Ya está, lo acababa de descubrir, eran A-GO-BIAN-TES, esa es la palabra. Eres un niño, del tamaño de un niño, es decir, pequeño, con una mente de niño. El espacio libre de tu mente es enorme, hay millones de datos que aún no has procesado, millones de imágenes que aún no han entrado, millones de situaciones que no has vivido, ¿y se te viene encima una cosa de colorines hablando como nunca has oído, haciendo cosas extrañas, con pies desproporcionados, pelos imposibles y narices que no has visto en tu vida? Lo cierto es que aquella misma tarde me di cuenta de que si no invaden tu espacio vital, los payasos podían estar bien, salvando el hecho de que el listo es tonto, el tonto es listo y los dos hacen tonterías…Pero a mí lo que me enganchó del Circo fueron los trapecistas. Para mí fue más llamativo verles volar, hacer giros y piruetas, ¡¡¡y no se me tiraron encima!!!! Mi relación con los payasos ha sido, toda mi vida, de “cordial alejamiento físico”, yo no les molesto y ellos me dejan en paz.
Pero,… (En la vida siempre hay un pero, un después, un algo más, un hasta que,…)  
Pero-después-más tarde-un día-algo más-hasta que una tarde mi amigo Juan (el “referido” en la cabecera de mi blog) me dijo que me presentara en un ensayo de su grupo de teatro. A la hora indicada, cámara en mano, (y botella de agua en la otra, porque tenía mucha sed) me presenté en el punto de encuentro. Personas totalmente desconocidas ensayando una obra desconocida,… y, quien me acababan de presentar como Pepe, que simulaba tener algo en la mano y que empezaba a contar: “¿a dónde vas?, al cine, ¿y qué vas a ver?, Quo Vadis, ¿y qué significa?, ¿dónde vas?, al cine, ¿y qué vas a ver?, Quo Vadis…."
Nadie me ha hecho reír tantas veces ni tan seguidas con la misma historia tonta como Pepe y su personaje. Pero ¿qué lleva en la mano? Lleva globos, es un payaso….
…¡Y no se vayan todavía, aún hay más! Meses más tarde, me encontré a Pepe vestido de payaso, con sus zapatones extrakilométricos, la cara pintarrajeada, un pelo imposible y una nariz como una pelota de tenis…. Esta vez representaba a Tonete…. Nadie me ha hecho reír ni cantar tan fuerte, ni disfrutar tanto con el rap de “Hola don Pepito”… como Pepe…

Y gracias a Pepe, no me he reconciliado con los payasos, no. Me he dado cuenta de que el payaso es un personaje muy difícil de representar, que hacer reír es un reto y mucho más hacer reír a un niño. Y que hay personas que se entregan a sus retos con todas sus fuerzas.  Como Pepe, que además de sus payasos ha interpretado a muñecos diabólicos, a patanes integrales, a soldados futuristas que descubren su corazoncito, a sacerdotes exorcistas, a aviadores perdidos, e incluso a expertos bailarines asesinos como Vincent Vega,.. Y me dejaré alguno más… (Como cuando contaste el cuento del elefante cautivo).
Hay personas que entran discretamente en tu vida sin aspavientos, sin llamar la atención, sin hacerse notar, pero que te enriquecen más que un batido energético para desayunar. Gracias Pepe, por cruzarte en mi vida y por enseñarme tantas cosas con tu trabajo y tu esfuerzo, con tu carácter sosegado y con tu comportamiento dulce y cariñoso.  
Vuelve pronto, como Tonete, como Chuky o como Vincent, pero vuelve pronto y no olvides que “si tienes un sueño y crees en él, corres el riesgo de que se convierta en realidad” (Walt Disney). Y lo digo porque algunos ya estamos soñando con tu vuelta...  

martes, 29 de enero de 2013

RECUERDO DE D´ARTAGNAN

Hace unos días escuché la noticia: tras unos complicados estudios comparativos entre el ADN de una cabeza y un pañuelo ensangrentado, se confirma que Luis XIV fue hijo legítimo de Luis XIII y no del cardenal Mazarino, como se especulaba desde entonces….
¿¿¿¿…???? El primer flash en mi mente fue: ¿Así que no era hijo de D´Artagnan?
Hombre, no, que eso es una película, ¡que eso era en “La máscara de hierro”!...
Y así llegaron los recuerdos. Aquellas tardes en las que en televisión aparecía una señora bordando en un convento y que llegaba otra, que me acuerdo que se llamaba Milady, y la envenenaba. Que era difícil de entender, porque esa señora, que yo supiese, se había pasado las tardes (bueno, los capítulos de la novela de televisión) bordando. ¿Y la envenenó porque bordaba? Vaya lío, la una que bordaba, la reina que perdía las joyas, el rey que andaba por allí con uno que era malísimo y que le chivaba lo que hacía la reina, y D’Artagnan, allí también venga a sacar la espada…. y venga duelos, y venga a viajar…
Pues nada, que no me enteraba, claro, pero tampoco me interesaba mucho, la verdad… porque como no terminaron casándose….
Mi hermano me planteó la gran pregunta: ¿No sabías que los tres mosqueteros eran cuatro? Pues no, no lo sabía, ¿no ves que soy pequeña?      
… Y un libro en la estantería, encuadernado en tela roja con letras doradas: “Los tres mosquetero”. ¡Jolín, que son muchas hojas y tiene la letra pequeña, y muy pocos dibujos, esto es de mayores!  Sí, de mayores, pero es que esos tres mosqueteros debían de ser muy famosos, porque había películas, y yo crecía, y leía mis cuentos, y los cuentos cada vez tenían la letra más pequeña y menos dibujos, y más hojas… Y cuando jugábamos niños y niñas, resulta que hacíamos de mosqueteros, y D’Artagnan era el más…. y éramos todos para uno y uno para todos…
Así que me armé de valor y lo pregunté: ¿Puedo leer ya “Los tres mosqueteros”? Claro, si no te aburres…
¿Pero cómo me voy a aburrir? Pero si aquello era un mundo por descubrir. Sí, claro, y el primer descubrimiento fue la primera decepción, ¡¡¡D’Artagnan no era mosquetero!!! Y si no era mosquetero, ya cuadraban las cuentas, ya eran tres, pero si D’Artagnan era el protagonista, ¿por qué se llamaba el libro de los tres mosqueteros? Si es que hay algunos que no se enteran…y ponen títulos a los libros sin ton ni son.
Aún así,  viví las aventuras de Athos, Porthos y Aramis, con sus criados, conocí al señor de Treville, al malísimo cardenal Richellieu, que ejercía su poder sobre el rey Luis XII y que odiaba a la reina Ana; a Milady de Winter, mala y vengativa donde las haya; al duque de Buckingham, que tenía un joyero estupendo (que en unas horas copió un herrete que faltaba),…
Me paseé por el reino de Francia, conocí el parentesco entre reinos y supe por dónde nos llegaba lo de los Borbones. También di un paseo por la geografía, ya que en Francia había una región llamada Gascuña, que producía mosqueteros muy guapos y valientes (ja, ja)
         Por primera vez me encontré con “una mujer pública”, puf, y marcada con la flor de lis nada menos. Y al final del libro, supe también que tomar la justicia por tu mano conlleva un peso muy grande y que si lo haces, te acompañará el resto de tu vida.
Pero sobre todo, los tres mosqueteros me abrieron la puerta a los libros con muchas hojas, con letra pequeña y sin dibujos. Aprendí que esos libros también eran divertidos,
Y cuando, años después, alguien presume de que “me he leído El Quijote tres veces”, a mí no me da ni pizca de vergüenza decir que me he leído Los tres mosqueteros cinco veces. Porque gracias a los tres mosqueteros he podido leer El Quijote, La Celestina, La Regenta, Cumbres Borrascosas, Don Juan Tenorio, Los Pilares de la Tierra, Romeo y Julieta y tantas otras obras antiguas y modernas, cortas y largas, teatro y poesía, obras a las que me acerco sin ningún tipo de prejuicio ni limitación de tiempo, espacio tema, o extensión.