martes, 29 de noviembre de 2011

jueves, 17 de noviembre de 2011

RECUERDO DE MÍO CID

 “Sí, claro, como el Cid, que ganó una batalla después de muerto”. ¡Adivina de dónde salió esa frase!,… Pero para una pandilla de niños entre seis y nueve años, desde luego que el Cid era un Héroe. Claro que estaba Superman, Flash Gordon, el Zorro, la Pinpinela Escarlata, etc.…, Pero ¿el Cid? El Cid era de verdad, vamos, que todo el mundo lo conocía.  Rodrigo Díaz de Vivar, de Burgos… Que todos sabíamos dónde estaba Burgos (más o menos, así sin profundizar mucho en el Atlas). Que todos tenían algo que contarte de este guerrero: un día, te enterabas que el caballo se llamaba Babieca, otro día que la espada Tizona, otro que si Doña Jimena era su esposa, que doña Elvira y Doña Sol las hijas… Hasta te podían contar que la película la habían rodado cerca de casa, una tal Sofía Loren que era guapísima…

      El ciego sol se estrella
      en las duras aristas de las armas,
      llaga de luz los petos y espaldares
      y flamea en las puntas de las lanzas.

      El ciego sol, la sed y la fatiga.
      Por la terrible estepa castellana,
      al destierro, con doce de los suyos,
      -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.

      Cerrado está el mesón a piedra y lodo...
      Nadie responde. Al pomo de la espada
      y al cuento de las picas, el postigo
      va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa!

      A los terribles golpes,
      de eco ronco, una voz pura, de plata
      y de cristal responde... Hay una niña
      muy débil y muy blanca,
      en el umbral. Es toda
      ojos azules; y en los ojos, lágrimas.
      Oro pálido nimba
      su carita curiosa y asustada.

       “¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte,
      arruinará la casa
      y sembrará de sal el pobre campo
      que mi padre trabaja...
      Idos. El Cielo os colme de venturas...
      En nuestro mal ¡oh Cid! No ganáis nada.”

      Calla la niña y llora sin gemido...
      Un sollozo infantil cruza la escuadra
      de feroces guerreros,
      y una voz inflexible grita: “¡En marcha!”

      El ciego sol, la sed y la fatiga.
      Por la terrible estepa castellana,
      al destierro, con doce de los suyos
      -polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga            

     
¡Vaya lío, vaya lío…! El poema estaba en mi libro de lengua y lectura, nos estaban introduciendo al leguaje poético, las figuras literarias,…  La seño explicaba que el poeta suele utilizar expresiones exageradas o atribuye cualidades imposibles a objetos para dar más énfasis a lo que describe. También, decía la seño, puede que encontremos frases desordenadas, expresiones impensables en el lenguaje cotidiano, todo encaminado a hacer sentir al lector, provocarle sensaciones que le transporten a la escena.
Puf!, seño, que esto va a ser muy difícil, que somos muy pequeñas,…. Que mejor seguimos con los cuentos y los tebeos, ¡qué perezaaaa……!!!!!!!
Aquella lectura, efectivamente, fue difícil. Empezamos con “el ciego sol”, bueno, ya había que ordenar aquello, sería un sol ciego, pero ¿un sol ciego?, no, decía “ciego” por “cegador”. Vale, seño, parece que lo vamos entendiendo.
Los problemas continuaron con “llaga de luz” y “flamea”. Sorprendentemente, a partir de ahí, la comprensión fue mucho más fácil, Por lo menos, a mí, ya no me importaba que la voz de la niña fuera de plata y de cristal y que el oro nimbara su cara.
Yo ya estaba tan integrada en aquel grupo de hombres abrasados por el sol que iban camino del destierro a los que nadie ayudaba por miedo a las represalias del rey. Eso sí que era interesante, el Cid, caído en desgracia. El HÉROE había pasado a ser un proscrito. Y además, ¿dónde estaba eso del destierro? ¿A quién preguntar? ¿Dónde acudir? Pues a aquel que hasta había visto de cerca a la tal Sofía Loren…. ¿Papá? ¿Dónde está el destierro?
-          Pues donde te quieran mandar. Pero bueno, ¿tú que andas trajinando?
-          No, lo del Cid, …
-          Eso fue por el Juramento de Santa Gadea. Le hizo jurar al rey que no había tenido nada que ver en el asesinato de su hermano.
Tras perfilar que Santa Gadea era una iglesia de Burgos, cuando unos años después en el libro de Historia llegó el estudio de la Reconquista, fue muchísimo más fácil y ameno seguir las andanzas de este héroe,
“Rodrigo Díaz de Vivar fue un caballero castellano que llegó a dominar al frente de su propia  mesnada el Levante de la Península Ibérica a finales del siglo XI de forma autónoma respecto de la autoridad de rey alguno. Consiguió conquistar Valencia y estableció en esta ciudad un señorío independiente desde el 17 de junio de1094 ] hasta su muerte.”

              Y ya más mayor, cuando en el estudio de la Historia de la Literatura Española, apareció el Cantar de Mío Cid, escrito en estilo romance épico, narrando las aventuras y desventuras de Mío Cid Campeador, su noble esposa Doña Jimena, los matrimonios desgraciados de sus hijas Doña Elvira y Doña Sol, la traición de los Infantes de Carrión, etc.… Fue cuando me dí cuenta de que a mí lo que más me gusta es la Historia, buscar el hecho, aunque éste venga envuelto en frases desordenadas, con palabras altisonantes, dibujada con figuras imposibles,…o incluso, el cantar de gesta termine idealizando al héroe.
Descubrí que la “sabiduría” popular despertó en mí la curiosidad por la figura de un hombre honesto con sus ideas, valiente con sus hombres y leal a su rey, un hombre pieza clave en la Historia de la Reconquista que terminó por convertirse en leyenda. Y que todo lo que aprendí en los libros de historia, quedó prendido en mi mente junto con unos versos     

      El ciego sol, la sed y la fatiga.
      Por la terrible estepa castellana,
      al destierro, con doce de los suyos
      -polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.