martes, 21 de enero de 2014

RECUERDOS DE UN CARIÑO PACIENTE



Cuando estudiábamos la E.G.B., no había clases de Trabajos Manuales, no, hacíamos Pre-tecnología, que con siete y ocho años era lo que nos faltaba, tener “Pre-tecnología” para pronunciarla y no suspenderla. Era la época de las Madres cariñosas (en mi cole las monjas eran “Madres”) y de las “seños”, de llamarlas por su nombre y de tú, es que la enseñanza estaba cambiando y empezábamos a ser “modernos”. ¿De qué me servía hacer un dictado excelente, una copia impoluta y unas cuentas exactas? Pues que empezaba la pre-tecnología de las primeras… Con aquellas tijeras que no cortaban: seño, que no corta, es que no sabes. Con las pinturas de madera que se rompían al sacarles punta si es que encontrabas el sacapuntas. O las ceras, esas que no tenían nunca punta y la seño se empeñaba en que utilizáramos para colorear formas… Ala, seño, que me he salido, pues empieza otra vez. ¿Como no recordar aquella serpiente de colorines hecha con tiras de papel charol pegado con esa  “cola” en botes que si no estaba seca, salía a chorros por el “dosificador” y ponía el charol hecho un asco? Y tener que quedarme después de clase a terminar mi serpiente junto con las rezagadas que no habían terminado las cuentas y tenían que hacerlas de nuevo por haber roto la hoja de tanto borrar y borrar,… Pero que digo yo que ¿para qué quiero yo una serpiente de colorines y salir del cole un viernes a más de las seis y media?  Y  el ¿por qué sales tan tarde? Porque le pegué la lengua al revés y tuve que repetir la cabeza, mira, una serpiente. Anda, mete eso en la cartera, que llueve y toma el bocadillo que llegamos tarde a la Catequesis. Y encima, llegaba a la “Cate” y sacaba mi serpiente para enseñarla, toda arrugada de llevarla en la cartera y con el charol descolorido porque llevaba exceso de pegamento.

Pero la E.G.B. tenía ciclos, eh? Y en el segundo ciclo la cosa cambiaba, las seños de tú y las Madres cariñosas pasaron a ser señoritas y Madres licenciadas en matemáticas, física, filología,…, una para cada asignatura y de usted (menos la madre hippy, pero de esa no quiero ni “recordarme”). Éramos modernos, pero no tanto.  Ya no había Pre-tecnología, ahora que ya todas sabíamos pronunciarlo, qué pena. Ahora estábamos en el aula de Plástica con la Madre Salinas (que en realidad no era “Salinas”, pero me gusta mantenerla en el anonimato). Vuelta a empezar: Madre Salinas, no me sale, que sí, mira, pon así la mano. Madre Salinas, que se me rompe, que no, mira, sujeta por aquí, yo te ayudo. Madre Salinas, me ha quedado un churro, que no, mira, lo puedes arreglar. Madre Salinas, esto, Madre Salinas lo otro, Y Madre Salinas yendo y viniendo por la clase, de mesa en mesa, sin prisas, sin pausas, sin regañarnos, con soluciones, con ánimos, con palabras de aliento. Siempre con calma, cariñosa, paciente…
Madre Salinas, pero usted ¿cómo se llama?
Me llamo María.
Pero Madre, ¿por qué la llamamos Madre Salinas si tiene un nombre tan bonito?
Porque queréis…
Y a partir de entonces, fue Madre María, y Madre María siempre nos decía: “no tengáis prisa, cada cosa lleva su tiempo, y con paciencia y con cariño, se consigue todo”. Y cuando la cola no salía del bote, recordábamos tener paciencia, cuando las ceras manchaban, repetíamos el dibujo con más cariño y paciencia. Si las tijeras no cortaban, nos turnábamos con paciencia para utilizar la tijera buena.
Aquel curso de cambios, de empezar a exigirnos como adultas más de lo que podíamos soportar ya como niñas, de no entender por qué nos habían hecho mayores sin serlo, en el aula de Madre María encontrábamos un remanso de paz, de paciencia y de cariño. Un lugar en el que no se competía, todas aprendimos, todas creamos algo bonito y especial de lo que estar orgullosas, nadie fracasó y nadie tuvo que quedarse después de clase a terminar su serpiente de colores. Tal vez no aprendí gran cosa de pre-tecnología, trabajos manuales o plástica, pero Madre María me enseñó que el camino en los trabajos más difíciles tiene que ser paciente y requiere cariño y cuidado. Y con su paciencia y su cariño me enseñó que si, como a veces sucede, las cosas no salen o sale un churro, la meta no es la perfección sino el logro personal.
Gracias, Madre María (que éste sí que era su verdadero nombre)


1 comentario:

  1. Madre María lleva toda la razón y en estos tiempos de prisas escasea la paciencia, gracias por recordarlo Pilar!!!

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