
Pero la E.G.B. tenía ciclos, eh? Y en el segundo ciclo la
cosa cambiaba, las seños de tú y las Madres cariñosas pasaron a ser señoritas y Madres licenciadas en matemáticas, física, filología,…, una para
cada asignatura y de usted (menos la madre hippy, pero de esa no quiero ni
“recordarme”). Éramos modernos, pero no tanto.
Ya no había Pre-tecnología, ahora que ya todas sabíamos pronunciarlo,
qué pena. Ahora estábamos en el aula de Plástica con la Madre Salinas (que en
realidad no era “Salinas”, pero me gusta mantenerla en el anonimato). Vuelta a
empezar: Madre Salinas, no me sale, que sí, mira, pon así la mano. Madre
Salinas, que se me rompe, que no, mira, sujeta por aquí, yo te ayudo. Madre
Salinas, me ha quedado un churro, que no, mira, lo puedes arreglar. Madre
Salinas, esto, Madre Salinas lo otro, Y Madre Salinas yendo y viniendo por la
clase, de mesa en mesa, sin prisas, sin pausas, sin regañarnos, con soluciones,
con ánimos, con palabras de aliento. Siempre con calma, cariñosa, paciente…
Madre Salinas, pero usted ¿cómo se llama?
Me llamo María.
Pero Madre, ¿por qué la llamamos Madre Salinas si tiene un
nombre tan bonito?
Porque queréis…
Y a partir de entonces, fue Madre María, y Madre María
siempre nos decía: “no tengáis prisa, cada cosa lleva su tiempo, y con
paciencia y con cariño, se consigue todo”. Y cuando la cola no salía del bote,
recordábamos tener paciencia, cuando las ceras manchaban, repetíamos el dibujo
con más cariño y paciencia. Si las tijeras no cortaban, nos turnábamos con
paciencia para utilizar la tijera buena.
Aquel curso de cambios, de empezar a exigirnos como adultas
más de lo que podíamos soportar ya como niñas, de no entender por qué nos
habían hecho mayores sin serlo, en el aula de Madre María encontrábamos un
remanso de paz, de paciencia y de cariño. Un lugar en el que no se competía,
todas aprendimos, todas creamos algo bonito y especial de lo que estar
orgullosas, nadie fracasó y nadie tuvo que quedarse después de clase a terminar
su serpiente de colores. Tal vez no aprendí gran cosa de pre-tecnología,
trabajos manuales o plástica, pero Madre María me enseñó que el camino en los
trabajos más difíciles tiene que ser paciente y requiere cariño y cuidado. Y
con su paciencia y su cariño me enseñó que si, como a veces sucede, las cosas
no salen o sale un churro, la meta no es la perfección sino el logro personal.
Gracias, Madre María (que éste sí que era su verdadero
nombre)
Madre María lleva toda la razón y en estos tiempos de prisas escasea la paciencia, gracias por recordarlo Pilar!!!
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