jueves, 17 de marzo de 2011

JORGE MANRIQUE


Recuerde el alma dormida,         
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte           
tan callando

Las coplas por la muerte de su padre, de Jorge Manrique, Don Rodrigo Manrique, maestre de Santiago (1476). Este poema pertenece al género “elegía funeral”, “endecha” o “planto”, es un poema de duelo por la muerte de un personaje público o un ser querido. Se estructura en 40 coplas escritas en octosílabos  con versos de pie quebrado, en forma de doble sextilla de tercetos simétricos en los que a dos octosílabos sigue un verso corto o pie quebrado (8-8-4, 8-8-4, 8-8-4, 8-8-4; abc, abc, def, def).
Jorge Manrique pasa, desde la muerte como tema general, por las muertes de personajes ilustres para llegar a la del personaje principal, su padre. Filosofa sobre lo inestable de la fortuna, la fugacidad del tiempo y las ilusiones humanas, así como del poder igualatorio de la muerte.

La señorita América, a la que todas terminamos por llamar en algún momento África, era la profe de Literatura. Llegaba a clase, se sentaba, cruzaba las piernas y no callaba. Su voz sonaba como un chirrido, un loro acatarrado,… (a ver, ¿quién sabe cómo es un loro cuando se acatarra?) Eran las tres y media, la primera hora de la tarde, tocaba leer las Coplas de Jorge Manrique por la muerte de su padre.
Había que leer las coplas y comentarlas, claro, ¿cuántas hojas hay? Las conté, seguro que las conté, adopté una postura lo más “interesada” que pude, bueno, sólo tenemos una hora de clase, no puede ser muy duro. De repente el “loro” chilló: “¡¡¡Aurora!!!! que te veo” y fue mi ruina, me vi trasladada al pupitre que ocupaba Aurora, pegada a la pared, al lado opuesto de la ventana.
….. Y para mañana……”
¿Qué?, ¿Hemos pasado ya la hoja? Pero ¿por dónde va esta mujer? No podía ser,       ¡Me había dormido! Pero desde el principio hasta el final, No sé si fue la comida, que no recuerdo qué comí ese día, No estaba enferma, esa noche había dormido lo suficiente, ni siquiera recuerdo si era invierno o si llovía… Por supuesto que estudié a Jorge Manrique, que me aprendí la estructura de la copla manriqueña, analicé las estrofas que me pusieron en el examen, aprobé Literatura, Me aficioné a leer, me formé todo lo que pude… Pero las coplas por la muerte de su padre…, Ni siquiera sé cómo puedo recordar    
     
 Nuestras vidas son los ríos        
      que van a dar en la mar,
      que es el morir;
Cada cierto tiempo esta estrofa viene a mi mente y no puedo evitar una disculpa hacia Don Jorge Manrique por no haber podido apreciar nunca su obra. Siempre podré echarle la culpa a Aurora por revolver en el peor momento, o quizá la voz tan desagradable de la señorita América no acompañó a aquellos sentimientos funerarios, o quizá ese día estaba señalado para que yo no prestara atención, o quizá… no sé. Nunca he intentado volver a leerlas, ni siquiera ahora, que escribo sobre ello. Siempre me disculpo con Don Jorge, pero nunca le resarzo de mi falta de aprecio.
Lo curioso es que esta estrofa siempre estará unida en mi memoria a una de las poesías más bellas y más queridas por mí 
Caminante son tus huellas
el camino nada más;
caminante no hay camino
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino
sino estelas sobre el mar  


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